En octubre de 2018 me doctoraba en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UAB. En 2012 había iniciado mi camino en la investigación académica un poco “por obligación”. Impartía (e imparto) clases en EINA y con el “Plan Bolonia” se nos pedía ser doctores. Así que… “Allá vamos!”.
Hacía tiempo que no estudiaba (acabé el Graduado Superior en Diseño en 2002) y prácticamente no sabía nada de investigación tal y como la entienden en la academia. Aun así me lancé a un objetivo complejo y, a menudo (o casi siempre), duro.
Hice el máster en dos años y el doctorado en cuatro. Para mí, visto ahora desde la distancia, ha sido prácticamente una heroicidad: El máster/doctorado + trabajo a jornada completa + docencia + una situación personal compleja (a mi padre le diagnosticaban un cáncer en 2012 y moría en 2018, exactamente lo que duró el camino académico que os estoy narrando) = casi casi una heroicidad (o no?).
El resultado: Cum Laude, Premio Extraordinario de Doctorado y 10 cosas que me enriquecieron mucho tanto profesional como personalmente:
- 1/ He aprendido a abordar lo desconocido. Yo siempre digo que la zona de confort no tiene por qué ser mala, ahora que todo el mundo la deja por los suelos animando a todo el mundo a descubrir nuevas experiencias, situaciones y espacios. En la zona de confort también se puede ser creativo/a. La tranquilidad y la seguridad aporta una base que es un buen sustrato para crecer. Aun siendo de este parecer, me metí en una zona absolutamente desconocida para mí. Sigo siendo defensora de la zona de confort, pero admito que al salir aprendí y sufrí muchísimo, a partes iguales.
- 2/ La energía de volver a ser estudiante. Cambiar el puesto de docente a estudiante fue, en mi caso, muy motivador. También relajante y enriquecedor, ya que, por primera vez desde hacía mucho tiempo, la esponja era yo y el aprendizaje entraba de maravilla. Con la edad cada vez aprovecho más la formación cuando la recibo. Me he abierto más al aprendizaje.
- 3/ La organización como medida de supervivencia. Para poder avanzar y no volverme loca del todo (sólo un poco) entre tanta puerta abierta, he tenido que organizarme sí o sí. Ahora me cuesta menos poner tiempo a las cosas, decidir cuando y cómo hacerlas. He conocido más profundamente mi manera de trabajar y eso me ayuda a definir con más precisión cómo abordar los proyectos que me vienen.
- 4/ La sistematización como modo de vida. Siempre he trabajado de manera sistemática. Me aporta seguridad. La tesis me ha requerido sistematizar aun más todas las fases (pequeñas o grandes) del proceso, hasta tal punto que el resultado de mi tesis doctoral es la creación de un sistema en sí. ¿Puedo decir ya que soy un meta sistema en mi misma?
- 5/ La no procrastinación. Cuando todo el proceso de trabajo depende de una misma no hay espacio para el “ya lo haré mañana”. Si algo no se terminaba un día, la mañana siguiente seguía estando allí, esperándome a mí. Si hubiese escuchado mis perezas no hubiese llegado nunca al final. Es un tema práctico (si alguna cosa tengo es que soy muy práctica). Si quieres llegar a un objetivo, cuanto antes te pongas con ello, antes terminarás. Una buena amiga siempre me dice que soy como una hormiguita, que va avanzando poco a poco, con paciencia, llegando a caminar kilómetros y kilómetros. Las hormigas de plata saharianas, de hecho, pueden recorrer más de 3 km por hora, ¡ojo!
- 6/ El rigor como acompañante. La investigación científica es rigurosa, sí o sí. No se puede ir con aproximaciones o afirmaciones difusas. Ser rigurosa, al final, se convierte en una manera de analizar aquello que se te pone por delante, tenga la forma que tenga, en lo profesional y, también, en la vida en general. Verificar todo aquello que leo o veo se ha incorporado en mi manera de pensar y actuar. Aunque yo siempre he sido una persona muy prudente, he aprendido a no afirmar nada de lo que no esté segura. Me falta citar autores mientras hablo, pero seguro que un día u otro me arranco a poner pies de página en mis conversaciones.
- 7/ Textos justificados. Siguiendo con el rigor, el proceso de investigación te obliga a justificar tus interpretaciones, lo que escribes y hasta lo que piensas. Esta parte ya la aprendí cuando estudiaba diseño: la justificación de todas las decisiones que se toman, a todos los niveles (concepto, forma, material, color,…). Nada es porque sí o porque me gusta.
- 8/ Comunicación afinada. He mejorado mucho mi comunicación escrita. Malcolm Gladwell decía que si pasas más de 10.000 horas practicando una cosa, te conviertes en experto en ello. Creo que no llegué a tantas horas escribiendo (por eso no soy experta en ello), pero sí que la práctica me ayudó a mejorar mi expresión escrita. Cosa que le va muy bien a mi perfil profesional.
- 9/ La importancia de la intuición. Una vez vi un documental donde un bombero había salvado a sus compañeros de morir en un derrumbamiento porque intuyó que la casa se venía abajo. Explicaban que la intuición no es nada divino o esotérico, sinó que es una acumulación de experiencias, que quedan grabadas en nuestro inconsciente. Pues la intuición me ha guiado, muchas veces, para buscar dónde había la información que me ayudaría, a preguntar a aquellas personas que creía que me podrían aportar, muchas veces sin hacer un juicio racional previo. La intuición es una pata importante de la creatividad, a mi entender, así que ¡bienvenida sea!
- 10/ Tomar el tiempo necesario. Las cosas requieren un tiempo, a veces más corto y a veces más largo. Una de las decisiones más importantes que tomé durante la tesis fue pedir una excedencia de 1 mes y 1/2 en el trabajo. Antes no me hubiese ni pasado por la cabeza pedirla, pero cuando ya estás tocando el final, un tiempo para centrarse en una sola cosa es básico. Consejo para quienes estéis haciendo una tesis: Si podéis, dedicad una parte del tiempo solamente a tener una cosa en la cabeza. Iréis más rápido y andaréis con mucha más seguridad. Y este aprendizaje lo he aplicado en otros ámbitos de mi vida. Destinar el tiempo necesario a las cosas que lo merecen.
Con todo esto, el propulsor que me llevó a doctorarme, que era el poder dar clases en el Grado en Diseño, cambió de ángulo de mirada. A medio construir la tesis abandoné las clases en el Grado, por no llegar a todo y por aquello de focalizar e invertir el tiempo necesario a las cosas, bla bla bla (y todo lo que he ido diciendo), así que el objetivo inicial se diluyó. Pero mi intuición (y tozudez) me tiraron a acabar lo que empecé. Tesis terminada y un aprendizaje que me quedo para siempre.
Una vez una persona me felicitó por mi doctorado. Yo le dije algo así como “ya ves, tampoco es nada importante” y él contestó que si no me parecía suficientemente importante “dedicarse a cuidar del diseño”. Decidí que este sería mi objetivo: cuidar del diseño, como diseñadora, desde la dirección de arte, o ayudando a las personas que se quieren dedicar a él, desde la docencia.