Santi Vilanova es cofundador de Playmodes, estudio desde el que proyecta e investiga en el campo del audiovisual y el diseño interactivo. Es músico en proyectos de electrónica y electroacústica, así como docente en diferentes centros superiores en diseño. Orquesta código, luz, tinta y sonido para crear imágenes y espacios que se apoderan de la atención de quien se acerca a su obra.
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¿Qué te trajo del diseño gráfico y la ilustración convencionales a experimentar con otros recursos como la luz y el sonido?
Bueno, convencionales convencionales tampoco ¿eh?
Yo me decidí por estudiar diseño gráfico porque estaba muy metido en el mundo del arte urbano: el graffiti, el hip-hop… La ilustración y la tipografía eran mi camino natural, pero, acostumbrado como estaba a pintar murales de gran formato o hacer gamberradas en los vagones de los trenes, el formato papel no acababa de convencerme.
Alrededor del año 2000 descubrí a una gente en Barcelona,“Telenoika”, que se dedicaban al audiovisual independiente y experimental, en directo. En ese momento aquello era algo muy nuevo. Que pudieras trabajar con la imagen en directo, como si fuera un instrumento musical, acompañando conciertos o sesiones de DJ, fue un descubrimiento abrumador.
Pasé de pintar los muros con sprays, a proyectar los muros con píxeles hechos de luz.
Para mí fue una transición totalmente natural: pasé de pintar los muros con sprays, a proyectar los muros con píxeles hechos de luz. Y además, la vinculación con la música electrónica, la otra gran pasión que también cultivaba desde jovencito, cuando hacía bases rítmicas para el grupo de rap que tenía con los amigos de Vila-real, el pueblo donde crecí.
Después de varios años explorando el formato videoproyección –a través de vídeodenuncias urbanas, videoinstalaciones, mappings o escenografías visuales para conciertos–, y junto con Eloi Maduell, mi compañero en Playmodes, empezamos a explorar la luz en un sentido más amplio.
En esta combinación entre la luz y el sonido es donde he podido reencontrar mi campo de expresión natural.
Queríamos emanciparnos de los marcos cuadrados de las pantallas tradicionales, salir de la bidimensionalidad de las proyecciones sobre superficies, y empezar a “colonizar el espacio”.
La luz nos permite precisamente esto: trabajar un lenguaje visual abstracto, que dialoga con la arquitectura, y que no se restringe a un marco cuadrado o superficie. Si tenemos partículas en suspensión en la atmósfera –niebla, humedad, humo…–, podemos crear geometrías tridimensionales que flotan en el aire mediante haces de luz (con láser, por ejemplo). O resignificar la arquitectura que iluminamos, simplemente a través del color, la intensidad y las sombras.
Todo esto nos parece un campo de investigación artística interesantísimo que, en vinculación con el diseño sonoro, toma una dimensión que nos atrapa muy fuerte. Como nuestro lenguaje como creadores gira en torno a la idea de “música visual”, estamos permanentemente buscando vínculos entre fenómenos visuales y los sonoros. En el fondo, perseguimos la quimera del “lenguaje universal”, un poco a lo “encuentros en la tercera fase”: un idioma hecho de luz y sonido, totalmente abstracto pero al mismo tiempo altamente expresivo y cautivador. Nos encanta vincular el color, la textura o las dinámicas de la luz, la armonía, la tímbrica o el ritmo de la música.
Es en esta combinación entre la luz y el sonido donde yo he podido reencontrar mi campo de expresión natural. Con 4 años me gustaba mucho dibujar y “aporrear” instrumentos; con 14 pintaba paredes con spray y sentaba bases de hip-hop; con 24 hacía de VJ y componía música electrónica; y ahora, con 42, hago esto con la luz y el sonido… En el fondo, nunca ha habido un salto o cambio de intereses.
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¿En qué consiste y hasta dónde te ha hecho llegar la línea de investigación “Prints”?
Todo esto empezó con el aburrimiento del confinamiento. Tuve la “suerte” de quedarme encerrado en casa con un Axidraw (uno de esos nuevos pen-plotters que permiten imprimir dibujos vectoriales con lápices y rotuladores) y con muchas ganas de aprender un nuevo lenguaje de programación con código: Processing.
Empecé a introducirme en el mundo de la “ilustración generativa”, en el dibujo vectorial realizado a partir de instrucciones matemáticas implementadas con código. Estuve meses aprendiendo ese nuevo lenguaje, y haciendo decenas de prints.
Quedé embobado con la infinidad de resultados posibles de un conjunto restringido de reglas gráficas aliñadas con aleatoriedad y probabilidades… Y con la experiencia “hipnótica” de ver materializarse los dibujos, fuera de la pantalla, con una máquina que te pinta con rotuladores. Fascinante.
Es una investigación muy bonita, que permite experimentar con todo tipo de tintas, pinturas, calidades y formatos de papel. Sí, el proceso de concepción se realiza desde el código, pero la materialización final es totalmente matérica, con toda la riqueza y las imperfecciones de la realidad física. Y esto es, para mí, lo que lo hace interesante.
Llegó un momento en que me di cuenta de que aquellas ilustraciones abstractas podían leerse como si fueran una partitura. Recorriéndolas con la mirada de izquierda a derecha, como si fueran un texto escrito, podía llegar a imaginar “cómo sonaban”. Y claro, salté a una nueva investigación derivada: la de las partituras gráficas y la “sonificación” de la imagen.
Creé un algoritmo que leía las ilustraciones de izquierda a derecha, analizando el brillo y el color de los píxeles a cada paso, transformando aquellos valores de luminancia en valores de volumen para un banco de osciladores sonoros. Y, ¡voilà!, aquellas ilustraciones se transformaron en partituras que podían crear toda clase de composiciones sonoras electrónicas abstractas.
La última iteración de esta idea ha venido de la colaboración con intérpretes de instrumentos acústicos. Ahora ya hace un tiempo que estoy aplicando todos estos desarrollos en la generación de partituras gráficas en conciertos multimedia en los que los músicos deben sonificar estas partituras. Un poco como en el videojuego “Guitar-hero”. Los músicos deben interpretar los símbolos gráficos a partir de un “pacto” que tenemos: el círculo es un “pizzicato”, el grosor es la intensidad de la nota, la posición en el eje Y es la altura tonal… . En los dos últimos años he trabajado haciendo conciertos con este proyecto, colaborando con cuartetos de cuerda, órgano, piano….
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Desde Playmodes habéis creado mucho mapping. ¿Cómo crees que ha cambiado su concepto y uso en los últimos años?
A nosotros el mapping nos dio de comer varios años, sobre todo al inicio de la fundación del estudio.
En los inicios, el mapping era un formato muy fresco, donde todo estaba por explorar y por hacer. Algo como la explosión creativa de los primeros años del cine y los experimentos de los Lumiere, Segundo de Chomon, Valdelomar, Walter Ruttmann, Mary Ellen Bute…
Durante aquellos primeros años estuvimos explorando, sobre todo, las capacidades expresivas del formato. Sobre cómo podíamos transformar la percepción de una arquitectura a partir de la simulación de luces y sombras, de la aplicación de pieles lumínicas hechas de grafismos, de la transformación de los volúmenes mediante técnicas en 3D.
Después, empezamos a hacer un uso más enfocado, y trabajamos con proyectos de restitución del patrimonio mediante el mapeo de vídeo, como en el proyecto de restauración del Pantocrátor de Sant Climent de Taüll. O en la resignificación de la cúpula parabólica del Palau Güell, obra de Gaudí, donde también trabajamos con el órgano restaurado por Albert Blancafort para que interpretara su banda sonora de forma automática.
Sin embargo, hoy en día hemos perdido el interés en el mapping. Se ha convertido en un formato muy mainstream y, según nosotros, se ha degradado mucho. Estamos un poco hartos de ver edificios que se destruyen, sistemas de partículas y virtuosismos 3D de colorines, sin control.
Sólo aceptamos este tipo de encargos si tenemos plena libertad creativa o si existe un componente interesante de investigación. Mappings de fiesta mayor con voluntad “espectacular” no los hacemos. No nos gusta.
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¿En qué estás trabajando ahora mismo?
Ahora mismo estoy preparando una instalación para el Liceu, donde un sistema de partituras gráficas controlará un piano de cola. Durante 10 días tendremos la instalación en marcha, sin interrupción, generando música visual algorítmica que nunca se repetirá.
Y en diciembre, una colaboración con el ensemble de música contemporánea “Crossing Lines”, para quien estoy componiendo una pieza de 20 minutos de duración.
Ahora mismo estoy creando un instrumento que me permitirá componer partituras gráficas en directo, así que yo seré un “músico más”, pero disociado en el tiempo. Yo compondré partituras, y al cabo de unos segundos, estas partituras las recibirán los músicos para sonificarlas con sus instrumentos (flauta, clarinete, saxo y percusión). Las partituras servirán como escenografía visual proyectada de este concierto.
Aparte de esto, en el estudio tenemos las líneas de investigación permanentes, que desde hace algo más de un año se han empezado a mover hacia un terreno escultórico, alejándonos un poco de los formatos más instalativos que veníamos haciendo.
Ahora mismo nos interesa mucho el mundo de la cinética, y hemos empezado a diseñar y fabricar luminarias motorizadas. En nuestro último proyecto, Signes, ya se pueden ver los resultados de esta investigación, y la intención es seguir profundizando en este tipo de desarrollos.
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¿Qué planes de futuro tienes?
A medio plazo me gustaría completar mi formación con un doctorado en música. Soy graduado en diseño gráfico, y máster en composición, pero tengo la sensación de que todavía estoy cojo con el mundo de la composición musical para formaciones instrumentales.
Tenemos un lenguaje demasiado extravagante, y cada vez nuestras obras son más delicadas y complejas de montar.
Me gusta mucho esta hibridación entre el diseño gráfico y la música, pero necesito aprender las peculiaridades de la instrumentación clásica. Por desgracia, en nuestro país, la investigación musical está muy abandonada por las instituciones –pasa un poco como con el diseño gráfico antes de su homologación–, y no tengo más remedio que “ser creativo” en la materialización de esta investigación.
Me estoy “compinchando” con un grupo de intérpretes e instituciones de música para poder colaborar en este tipo de proyectos híbridos visuales/sonoros, y si todo va bien, en los próximos años estaré ensayando sistemas compositivos gráficos con intérpretes instrumentales de todo tipo. Me gusta mucho dirigir ensayos con músicos, aprendo mucho y me satisface mucho ver cómo entienden todos estos símbolos gráficos y los transforman en música, haciendo aportaciones expresivas sorprendentes.
Aparte de esta investigación más personal, en el estudio nos hemos dado cuenta de que el tipo de proyectos que hacemos están dejando de ser adecuados para un contexto de encargo de diseño. Tenemos un lenguaje demasiado extravagante, y cada vez nuestras obras son más delicadas y complejas de montar; no tienen sentido en una exhibición “de fin de semana” en un festival o en una feria. En consecuencia, estamos empezando a movernos cada vez más en circuitos más cercanos al mundo del arte: museos, galerías, coleccionistas… Es un contexto que nos permite tener instalaciones permanentes, o de larga duración, y poder trabajar los detalles con mayor cuidado. Muy probablemente seguiremos en esa dirección en el futuro.